¿Será casual comenzar a redactar unas líneas para el medio gráfico que asomó su rostro de manera gentil y curiosa ante una propuesta, el mismo día en que descubro un texto del mercedario Henry Trujillo llamado Quasimodo y la Catedral de Notre Dame de Paris arde en llamas?: todos los caminos conducen a Mercedes!.
Ya han pasado algunas semanas de esto, quizá las mismas que reafirmaron el volver a mirar esta puerta amablemente abierta. Paso a contarles: hasta hace unos días atrás, vivíamos -redactado en plural por referirme a Juan, mi pareja- en una ciudad al norte de Italia llamada Mantova (pronunciada en forma esdrújula pero sin tilde en la “a”).
Y poco a poco iba notando que, a medida que intercambiaba fotos o videos con la gente del paisito, reconocía un mensaje en común en casi todos ellos: “¿y cómo es el lugar?”, “¿qué hace la gente?”, “¡contame más!”…veamos, preguntas lógicas y comunes hacia toda persona que se radica en un lugar nuevo.
Pero había algo diferente, se transmitía con otro tinte, con otra entonación, más…¿nostálgica quizá?. Un “qué divino poder estar ahí” a modo de cierre reafirmaba estas ideas, tal vez para mi, que comencé a pensar firmemente: ¡esto se tiene que contar…y de una forma que otros lo puedan “vivir”!.
Años atrás trabajé con grupos de familias con bebés, y en varias oportunidades debatíamos sobre cómo fueron incorporando sus primeras comidas: “ah, yo le di un bombón, si me miraba mientras comía y deseaba!”.
¿Cómo desear algo que no se conoce?. Sin entrar en el tema “crianza y nutrición”, me gustaría focalizarme en algo puntual; ¡nos atrapan las experiencias! –no sólo que mi hijo deje de “desear” ese Garoto sino VER qué cara hace con su primer bombón-, se nos reactivan los sentidos con el simple hecho de imaginar situaciones, de “hacer memoria” en esas anécdotas que nunca nos cansamos de contar o de recordar los aromas de las comidas en la casa de la abuela.
Es como una intravenosa de alegría y movimiento. De hecho, caminar por esas amplias e inmaculadas calles de piedra durante las noches -donde no recomiendo llevar tacos por riesgo de encallamiento-, llegaba a trasladarme hacia esas caminatas por el Barrio Histórico de Colonia del Sacramento o de la Ciudad Vieja de Montevideo.
Escenarios donde parece que el tiempo se detiene y nuestro cuerpo –luego de haberle colocado una portera con candado a la mente- solamente observa, respira, siente…me pregunto si no son esos mismos “espacios” de los cuales necesitamos conectar en el día a día. ¡Así difiera el idioma!
Es impresionante cómo se amplía la creatividad y nuestras destrezas gestuales cuando intentamos comunicarnos y no sabemos cómo hacerlo. Sin dudas que explicar el origen, uso y la función social del mate se ha convertido en un mensaje que, gracias a este “crecimiento teatral”, ha ido mejorando.
Porque, al fin y al cabo, observando nuestro hermoso verde o una montaña, ó escuchando hablar a un amigo de la infancia o a un habitante de un cálido rincón europeo, esas sensaciones ante cada experiencia son los caminos que conducen hacia adentro.
Roxana de los Angeles (desde Mantova) Psicomotricista, hipnoterapeuta, y escritora.